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Homilía por el Padre: Carlos Alberto Merlo Masino, Párroco. Parroquia Asunción de la Virgen María de Coronel Du Graty, Chaco. |
Coronel Du Graty: │08-12-15│"Este
dogma de la Inmaculada Concepción de María fue objeto de grandes disputas
teológicas y grandes manifestaciones populares durante varios siglos, hasta su
definición en 1854. Y esto podría hacernos pensar que tiene más de especulación
teológica, que de “buena nueva”, de evangelio que sirva para iluminarnos en
nuestro camino hacia Dios. Sin embargo, se puede decir que esos “teólogos” que
hace miles de años plasmaron en ese capítulo del Génesis que acabamos de oír en
la 1ª lectura eran grandes conocedores del corazón humano y no dejaban de tener
una muy fina ironía.
Allí
el hombre no tiene culpa. Es siempre otro el que la tiene. “La mujer me dio a comer”, dice Adán. Y Eva, “la serpiente me engañó..”. Casi que el culpable termina siendo el
propio Dios; solo falta que lo culpen por haber creado a la serpiente.
Cuando en realidad el trasfondo del texto es la rebelión de hombre contra Dios.
No necesitamos una serpiente fuera de
nosotros que nos tiente. La llevamos anidada en el corazón. No es una guerra
contra otros la que llevamos, es una guerra civil que no nos deja estar
tranquilos: el egoísmo contra la generosidad, la ambición contra el
desprendimiento, el odio contra el amor... Queremos y no queremos. Como dice
san Pablo: “hago el mal que no quiero y dejo
de hacer el bien que quiero”.
En
ese momento Dios no entra a discutir con el hombre acerca de la
responsabilidad, no lo “sermonea” sino que promete que el Hijo de la Mujer será
el único capaz de poner paz en esa guerra interior que todos llevamos dentro y
por Él y por Ella seremos capaces de vencer el mal que anida en nosotros. Que
un día encontraremos paz interior, amaremos con desinterés, el amor suavizará
todos los rencores. Seremos capaces de salir del imperio de nuestras bajezas.
En
tanto el Evangelio nos sitúa ante un ambiente opuesto, donde resuenan
expresiones de paz y alegría: “No temas,
alégrate la llena de gracia”. Ambiente de pureza: “el nombre de la Virgen era María”. Ambiente de sencillez y
sinceridad: “Ella se preguntaba que significaba
aquel majestuoso saludo”. María es el retoño verde nacido sin contaminarse
del tronco podrido de la humanidad.
María
la que contra las desobediencias del hombre y sus excusas, acepta con sencillez
el plan de Dios: “hágase en mi según tu
palabra”. Ella, que contrariamente a la puja interna de “no sé si quiero servir o no servir” se
hace sencillamente la Esclava del Señor, y de ese modo permite que entre al
mundo Aquel que ha de sanar nuestra naturaleza, a terminar con esa guerra civil
que encontramos dentro nuestro impidiéndonos estar en paz, Jesús el Señor.
Ella
con su obediencia le pisa la cabeza a la serpiente siendo el instrumento para
la llegada del Señor. También nosotros contamos con el arma de la obediencia
para pisar la cabeza de esa serpiente que llevamos dentro nuestro. Por ello que
el interrumpir el tiempo de adviento para celebrar la solemnidad de la
Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María, no es una contradicción;
por el contrario es ver la realización de lo que se esperamos ansiosamente: la
llegada del Príncipe de la Paz, nuestro Señor Jesucristo, y los efectos que esa
venida provoca en nuestras vidas.
En
María concebida sin mancha de pecado vemos la obra del Dios eterno realizándose
en el tiempo, en la historia de la humanidad. Vemos en una mujer plenamente
humana, menos en el pecado, lo que esperamos un día ser nosotros: felices,
dichosos!. Sentir en nuestros corazones la paz y el gozo perfecto que se haga
himno de alabanza como el que brota de sus labios cuando exclama: “proclama mi alma la grandeza del Señor, se
alegra mi espíritu en Dios mi salvador…”
La
Virgen María es una mujer feliz porque es una persona plena. La felicidad y
plenitud a la que aspiramos todos nosotros está en abrirnos a la llegada del
Señor, el Príncipe de la Paz; y justamente este tiempo de adviento es tiempo de
abrir nuestras mentes y ablandar nuestro corazones con la oración y las obras
de misericordia para hacernos capacidad en la cual pueda ingresar el Señor e
inaugurar su reinado de reconciliación y comunión en nuestras vidas.
Que
la Inmaculada Virgen María nos conduzca de la mano a lo largo de estos días que
faltan a la Navidad para que no equivoquemos el camino hacia el pesebre, trono
de humildad, sencillez, paz, amor, reconciliación, comunión desde el que reina
el Rey de Reyes y Señor de Señores.
Solemnidad de la Inmaculada Concepción 2015".