CARTA PASTORAL SOBRE LA CUARESMA 2012 POR LA CUAL SE INSTAURA EN LA PARROQUIA
“SAN ANTONIO DE PADUA” LA ADORACIÓN PERPETUA DE LA EUCARISTÍA POR ETAPAS
“La Eucaristía es la fuente y, al mismo tiempo, la cumbre de toda la evangelización” (EE, 22).
Queridos hermanos y hermanas:
La oración, la limosna y el ayuno son las tres prácticas penitenciales que los cristianos estamos llamados a profundizarlas con mayor intensidad durante el tiempo penitencial de la Cuaresma. Estas prácticas de la tradición veterotestamentaria son aconsejadas en el Evangelio por el mismo Cristo (cfr. Mt 6, 1-18).
Este año, me dirijo a toda la feligresía parroquial para tratar el tema de la Eucaristía encuadrándola dentro de la oración, y dejar así inaugurado la Adoración perpetua de la Eucaristía en la Sede parroquial. La Cuaresma es un tiempo más que especial para volver a cultivar con profundidad la vida espiritual. La oración es el «fundamento firme», la «roca espiritual» donde se sustenta la espiritualidad del creyente. En la oración, el cristiano no se une a una energía cósmica universal, sino a la comunión con las tres divinas Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
La Eucaristía, que es Acción de Gracias por excelencia, es, a la vez, la oración sublime que los creyentes en Cristo tributan al Padre en el Espíritu Santo: “De la Liturgia, sobre todo de la Eucaristía, emana hacia nosotros la gracia como de su fuente, y se obtiene con la máxima eficacia aquella santificación de los hombres en Cristo y aquella glorificación de Dios, a la cual las demás obras de la Iglesia tienden como a su fin” (SC, 10).
El Concilio Vaticano II nos recuerda que “no se construye ninguna comunidad cristiana si ésta no tiene su raíz y centro en la celebración de la sagrada Eucaristía” (PO, 6). Ella es el centro y debe ser el «polo de atracción» de toda comunidad creyente. Es fuente de donde mana, brota y fluye la gracia y es culmen, cúspide y cima de toda la vida cristiana. Todo ha de nacer de la Eucaristía, y todo ha de tender a ella. Cristo mismo es la Eucaristía, por eso todo ha de girar en torno a ella. El creyente debe girar en torno a Cristo, es decir, en torno a la Eucaristía. Escribía el beato Juan Pablo II en su Encíclica sobre la Eucaristía: “Es hermoso estar con él y, reclinados sobre su pecho como el discípulo predilecto (cfr. Jn 13, 25), palpar el amor infinito de su corazón. Si el cristianismo ha de distinguirse en nuestro tiempo sobre todo por el «arte de la oración», ¿cómo no sentir una renovada necesidad de estar largos ratos en conversación espiritual, en adoración silenciosa, en actitud de amor, ante Cristo presente en el Santísimo Sacramento?”(EE, 24). La Iglesia no solo obliga al fiel católico a participar en la Santa Misa todos los domingos y demás fiestas de precepto, sino que además invita a la piedad eucarística que se prolonga en la adoración a Jesús presente en el sagrario: “Durante el día, los fieles no omitan el hacer la visita al Santísimo Sacramento, que debe estar reservado en un sitio dignísimo con el máximo honor en las iglesias, conforme a las leyes litúrgicas, puesto que la visita es prueba de gratitud, signo de amor y deber de adoración a Cristo Nuestro Señor, allí presente” (MF, 57).
Sacrificio de Cristo y Sacrificio eucarístico
La Santa Misa es la actualización ‘incruenta’ del Sacrificio ‘cruento’ de Cristo. Por eso decimos que la celebración eucarística es el Sacrificio de Cristo: “La institución de la Eucaristía, en efecto, anticipaba sacramentalmente los acontecimientos que tendrían lugar poco más tarde, a partir de la agonía en Getsemaní (EE, 3). “A aquel lugar y a aquella hora vuelve espiritualmente todo presbítero que celebra la Santa Misa, junto con la comunidad cristiana que participa en ella” (EE, 4). “El Sacrificio de Cristo y el Sacrificio de la Eucaristía son, pues, un único Sacrificio… La Misa hace presente el Sacrificio de la Cruz, no se le añade y no se lo multiplica” (EE, 12).
El Papa Benedicto XVI en su Exhortación Apostólica sobre la Eucaristía dice: “En este admirable Sacramento se manifiesta el amor “más grande”, aquel que impulsa a “dar la vida por los amigos” (cfr. Jn 15, 13)… En este Sacramento eucarístico Jesús sigue amándonos “hasta el extremo”, hasta el don de su cuerpo y de su sangre. ¡Qué emoción debió embargar el corazón de los Apóstoles ante los gestos y palabras del Señor durante aquella cena! ¡Qué admiración ha de suscitar también en nuestro corazón el Misterio eucarístico!” (SC, 1).
Comunión con Cristo y comunión con la Iglesia
La plena comunión del creyente con Cristo se da cuando participa en la Eucaristía y recibe la sagrada Comunión. La Eucaristía es el don supremo dado a los hombres: “La Iglesia ha recibido la Eucaristía de Cristo, su Señor, no sólo como un don entre otros muchos, aunque sea muy valioso, sino como el
don por excelencia, porque es don de sí mismo, de su persona en su santa humanidad y, además, de su obra de salvación” (EE, 11)… “Podemos decir que –en cada comunión eucarística- no solamente cada uno de nosotros recibe a Cristo, sino que también Cristo nos recibe a cada uno de nosotros” (EE, 22). Dice san Agustín: “Si lo han recibido dignamente, ustedes son eso mismo que han recibido. No sólo nos hemos convertido en cristianos, sino en Cristo mismo” (Ser. 227).
La común unión con Cristo nos conduce a la común unión con su Iglesia: “En la celebración de la Eucaristía cada fiel se encuentra en ‘su’ Iglesia, es decir, en la Iglesia de Cristo”, dice el Papa Benedicto XVI (SC 15). No se puede pertenecer a Cristo sin estar injertado en una comunidad cristiana. No existe el cristiano sin la Iglesia. No es casual que san Pablo llame también a los cristianos “Cuerpo de Cristo” (cfr. 1 Cor 12, 12-31). «La Iglesia de la Eucaristía» se convierte en «la Iglesia de la Buena Noticia». Dice también el Papa: “Una Iglesia auténticamente eucarística es una Iglesia misionera” (SC, 84).
Disposiciones pastorales
Teniendo en cuenta la recomendación de la Iglesia sobre la centralidad del culto eucarístico (cfr. SC, 67), que en el Sacramento del altar, el Señor va al encuentro del hombre (cfr. SC, 2), que la fe de la Iglesia es esencialmente eucarística y se alimenta de modo particular en la mesa de la Eucaristía (cfr. SC, 6), que gracias a la Eucaristía la Iglesia renace siempre de nuevo (cfr. Homilía de Benedicto XVI en la toma de posesión de la Cátedra de Roma), que el amor a la Eucaristía lleva también a apreciar cada vez más el sacramento de la Reconciliación (cfr. SC, 20), que hay sitios donde se constata un abandono casi total del culto a la adoración eucarística (cfr. EE 10), que el actual Pontífice recomienda la adoración perpetua de la Eucaristía en las comunidades (cfr. SC 67), y para que el Nombre de Jesucristo sea más conocido, más amado, más seguido y más extendido, dejo formalmente instaurada la Adoración Perpetua de la Eucaristía por etapas en la Sede – Templo de la Parroquia “San Antonio de Padua” a partir del 22 de febrero, Miércoles de Ceniza de este año del Señor 2012.
Asimismo, recomiendo a todas las otras Capillas dependientes de esta Parroquia que tienen sagrario que programen días y horas de adoración a Jesús presente en este admirable Sacramento del altar. Igualmente pido que los niños de catequesis de primera Comunión sean iniciados en el significado y belleza de estar junto a Jesús, fomentando el asombro por su presencia en la Eucaristía (cfr. SC 67), como dice el Papa.
Finalmente, recomiendo a todos los fieles católicos que realicen visitas diarias y frecuentes al sagrario en donde el Señor Jesús, tiene, por decirlo así, su «domicilio habitual», el lugar de «residencia fija» donde se lo encuentra todo el día y todos los días, hasta el final de los tiempos (cfr. Mt 28, 20b), como él lo prometió.
La Madre de la Eucaristía
Sin María no hay Eucaristía. En su seno virginal, como primer altar, nuestro sumo y eterno Sacerdote, preparó el sacrificio redentor. La Virgen nos dio a la Hostia santa, al Cordero inmaculado, al precio de nuestro rescate. “La Eucaristía, mientras remite a la Pasión y la Resurrección, está al mismo tiempo en continuidad con la Encarnación. María concibió en la anunciación al Hijo divino, incluso en la realidad física de su cuerpo y de su sangre, anticipando en sí lo que en cierta medida se realiza sacramentalmente en todo creyente que recibe, en las especies del pan y del vino, el Cuerpo y la Sangre de Cristo” (EE, 55). Que ella, Madre de la Eucaristía, nos ayude a adentrarnos en el Misterio del Sacramento del altar y de su adoración silenciosa y llena de vida.
Dado en la sede de esta Parroquia “San Antonio de Padua” de Santa Sylvina, Chaco, a los 17 días del mes de febrero del año del Señor 2012.
Pbro. Gustavo Yatuzis
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
www.fmsendero.com.ar