21 abr 2011

Mensaje para la Semana Santa 2011


Mons. Hugo Nicolás Barbaro.
Obispo de San Roque de Pcia. Roque Sáenz Peña.
Con el Domingo de Ramos se abrió la Semana Santa. Conmemoraremos en estos días grandes misterios de nuestra fe: la Pasión, Muerte y Resurrección gloriosa de Nuestro Señor Jesucristo.
La humanidad  había negado a Dios en  sus primeros padres y en ellos, libremente se había apartado de Él. Alejado de Dios y sin su ayuda el hombre se degrada: se dificulta conocer la Verdad, percibir el Bien y buscarlo libremente; la libertad queda condicionada por el mal que va anidando en el propio corazón. El pecado causó y causa desde entonces grandes males a cada persona, nadie puede ser feliz cargando miserias; también la humanidad quedó afectada, porque es el resultado de lo que hacemos los hombres, y sobre el error y el mal no se puede edificar nada bueno.

Dios no nos abandona. Podría habernos rescatado de esa situación de diferentes modos. Lo hizo enviando a su Hijo, que siendo Dios asumió nuestra naturaleza humana; nos
 demostró su amor entregándose por nosotros al peor de los suplicios que entonces se conocía; en su naturaleza perfecta sufrió lo que nadie puede sufrir, y en primer lugar en el espíritu: la traición, las burlas, la injusticia, la blasfemia, la indiferencia de otros, etc.
La Cruz no deja de ser un misterio; con ella consiguió Cristo el perdón de los pecados, que en nuestras almas pueda volver a vivir Dios, y purificada sintonice cada vez con más hondura con la Verdad y con el Bien. El sufrimiento pasó desde entonces a ser un medio que purifica. Dios respeta nuestra libertad; podemos aprovechar todo ese tesoro, purificarnos por la Confesión y enriquecer nuestras almas con todos los Sacramentos, o podríamos vivir un poco al margen de lo que Cristo hizo por nosotros.
Dios quiere que el pecado, el mal, deje de envenenar nuestro espíritu, que se purifiquen nuestras mentes del error, y que percibamos y obremos el bien con alegría. Quiere que como hombres distintos, transformados por el mismo Dios, construyamos las familias, la sociedad; que todo a nuestro alrededor sea un remanso de justicia, de amor, de gozo y de paz. No faltarán limitaciones, sufrimientos, pero sabremos unirnos con ellos a Cristo en la Cruz, y darles un sentido de oración, de purificación.
Pido al Señor que no nos quedemos indiferentes ante lo que Dios hace por nosotros; se entrego por cada uno, por mi, por el que lee o escucha estas palabras. Estos días de Semana Santa son una llamada a pensar si estamos aprovechando tantos dones, si nos estamos dejando cambiar, purificar por ese Dios que se entrega hasta el extremo en la Cruz.
No son simples recuerdos los que conmemoramos; cada día de esta Semana Santa, cada celebración, son momentos que el Espíritu Santo aprovecha para nuestro crecimiento espiritual. El Jueves Santo conmemoraremos la institución del sacerdocio y de la Eucaristía. ¿No es impresionante que antes de dejar este mundo Cristo decidiera quedarse escondido milagrosamente en el pan y el vino?
El Sábado Santo es un día de luto, Cristo está en el sepulcro. Por la noche conmemoraremos su gloriosa Resurrección con los hermosos ritos que prevé la Iglesia para esa celebración.
Pido a Dios Nuestro Señor que estos días sean para todos momentos de conversión y de crecimiento en su Amor. No tengamos miedo a acercarnos a Dios, el viene a nosotros entregándose por completo para nuestro bien y nuestra salvación, para que podamos ser muy felices en la tierra estando cerca de Dios y construyendo un mundo mejor, y eternamente felices en el Cielo para toda la eternidad. Muy felices Pascuas para todos.
Mons. Hugo Nicolás Barbaro
Obispo de San Roque de Pcia. Roque Sáenz Peña

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