18 abr 2014

Palabras de Mons. Hugo Barbaro al final del Via Crucis 2014 – Pcia. Roque Sáenz Peña

Palabras de Mons. Hugo Barbaro al final del Via Crucis 2014 – Pcia. Roque Sáenz Peña
Acabamos de contemplar, despacio, las escenas de la Pasión de Cristo. Hemos rezado, lo hemos acompañado, también con el sacrificio que supuso esta larga caminata, que no es nada frente a lo que sufrió Jesús por nosotros.
Corremos un peligro: contemplar sorprendidos, impresionados, la Pasión de Cristo, su sufrimiento  hasta el extremo por cada uno de nosotros, pero no reaccionar, volver a casa y seguir igual después que pase la impresión.

Tal vez sucedió esto mismo a algunos hace 2000 años: vecinos que se asomaban a ver el espectáculo del Maestro, del predicador que hacía milagros, que avanzaba por las calles de Jerusalén bañado en sangre y llevando la Cruz. Pasada la fuerte impresión del cruel espectáculo, los comentarios, algunos volverían a encerrarse en su mundo, en lo suyo, sin cambios en sus actitudes, en sus vidas: no les afectó en lo más mínimo. Jesús pasaba rezando por todos, por los que ahí estaban y por quienes vinimos después; alguno de aquellos se habrá ganado una mirada del Señor, una mirada de amor que pasa y pide más. Con esos mismos ojos nos está mirando ahora a cada uno de nosotros pidiéndonos más. 
Contemplar la Pasión del Señor nos tiene que hacer reaccionar. ¿Qué reacción espera Jesús en cada uno de nosotros? Nos está diciendo desde la Cruz: Yo doy mi vida para que vos vivas la vida de Dios, para que no vuelvas a lo de siempre, a tu mundo, a tus errores, a tus egoísmos; doy mi vida para que te dejes transformar, endiosar con la Gracia que gané para vos en la Cruz.
Pidamos ahora a Jesús, para todos, que no nos quedemos en el sentimiento pasajero: me llegó, me impresionó, pero mañana no queda nada. Que este Via Crucis influya en serio y a fondo en cada uno: ya no voy a dejar Señor mi oración diaria que me une a vos. Ya no voy a dejar de lado los medios que nos dejaste para llenarnos de la vida de Dios, particularmente la Confesión que nos purifica de nuestros pecados que desfiguran la imagen que Cristo quiere imprimir en cada uno. Hago el propósito, Señor, de vivir bien la Eucaristía, la Santa Misa, un tesoro que nos dejaste que hace presente el Sacrificio de la Cruz.
Contemplemos la Pasión, hermanos, y amemos, amemos con un amor verdadero que no se queda en un sentimiento pasajero o en simples palabras. Cristo quiere que nos dejemos amar, que nos dejemos transformar por Él.
Un hombre, una mujer transformado por Cristo construye un mundo muy bueno a su alrededor. ¡Por qué? Porque hace entrar a Cristo en las familias y entonces se purifica del egoísmo, de la violencia, de tantos desórdenes de las pasiones que son miserias, males que hacen mucho daño. Un hombre, una mujer transformados por Cristo siembra amor, bien, en todos los ambientes y lo purifican de la miseria de la mentira, de la crítica que mata, de la corrupción, de la injusticia y de tantas otras miserias por las que Cristo dio su vida. ¡Cómo cambiaría el mundo si nos tomáramos en serio la Pasión de Cristo!
El sufrimiento de la Virgen Santísima fue el mayor después del de Cristo y lo ofreció por nuestra redención. Que Ella nos ayude a no quedar indiferentes, a reaccionar de verdad ante lo que Dios hace por nosotros.
Agradecemos con nuestra oración a todos los que tantas personas han trabajado desde hace mucho por la organización de este Via Crucis, particularmente al P. Omar y a la parroquia de San Cayetano. Nos han ayudado a rezar. Muchos han colaborado: pienso en Tránsito, en la Municipalidad, en los Scouts, en los técnicos de sonido, los locutores y músicos, etc., etc. El Señor sabe quiénes son y bendice el esfuerzo que dio Gloria a Dios y tanto nos ayudó.
Vivamos en un clima de oración este Sábado Santo y con mucha alegría y amor el Domingo de Resurrección. Para todas las familias, para quienes siguen este Via Crucis por los medios de Comunicación imploro de Dios la bendición,  …. 
Felices Pascuas para todos. 

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